Capítulo Uno
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"Aquí no pertenezco, mis pies no tienen raíces,
no soy lirio ni roble, abril no me viste ni el otoño me desnuda.
Aquí no pertenezco, mis alas no acarician el cielo
y mi fulgor no adorna la falda de la noche.
Alas marchitas poseo y ando como un ciego por la baranda. "
~Josan; Fragmento de Aquí no pertenezco.
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Otoño de 1866, Londres.
Winnie dejó de dar vueltas por toda su habitación. ¿Cómo podía ser aquello? No, no. Su madre no podía hablar en serio. ¿Romper el compromiso con Seb? ¿Así como si nada? Si bien el joven se había ido hacía ocho años, había prometido regresar. ¿Por qué su madre no podía esperar tan sólo un poco más? Apenas tenía diecinueve años, no estaba fuera de la edad casadera.
─ Si no dejáis de caminar así, haréis una zanja, milady. ─Intervino su doncella desde la puerta. ¡Que se hiciera una zanja, no le importaba!
─ ¿Qué han hablado? Ruth, cuéntamelo todo. ─Rogó Winnie al borde de la histeria. Tenía el cabello despeinado, el vestido arrugado y andaba descalza. Sentía pesados los párpados y las extremidades. Se sentía fatal. Nerviosa, angustiada y desesperada. Debía saber urgentemente de lo que su madre y Lord Johnson estaban hablando. Sintió un nudo en la garganta al pasar por su mente esa angustiosa posibilidad de que su madre y ese hombre decidían por esposo a Lord Harrison. Peor hombre que él, estaba segura de que no había, pero a su madre parecía agradarle mucho, lastimosamente.
─ No he escuchado gran cosa, milady, pero creo que vuestra madre quiere prometerla con otro hombre─Dijo la doncella tan angustiada como ella. Sintió como si un rayo golpeara su columna vertebral. ¡No, no podía hacer eso!
─ ¡Oh, Ruth! ─Gimió con las lágrimas quemándole los ojos. ─ ¡No quiero casarme con otro hombre! Santo cielo... ¿Por qué no puede esperar a Seb? ¿Por qué tiene tanta prisa por deshacerse de mí? ─Sollozó apresurándose para abrazar fuertemente a Ruth, quién se quedó plasmada. Winnie nunca expresaba de tal manera su temor. Pero su cariño por la jovencita le hizo olvidarse de todas esas reglas que había en la casa.
─ No creo que quiera deshacerse de vos, milady. ─Le dijo Ruth haciéndola sentarse en la orilla de la cama. ─ Es sólo, creo yo, que como vuestras hermanas se casaron muy jóvenes, ella piensa que vos debe casaros igualmente joven.
─ ¡Pero no quiero casarme ahora! ─Replicó Winnie sintiendo que parte de su coraza se caía a pedazos.
─ Podéis hablarlo con vuestra madre. ─ Replicó a su vez Ruth.
─ ¡No podré! Mi madre nunca me escucha, desde que murió papá ha decidido por mí. ¡Oh, Ruth! No puedo... ─ Susurró escondiendo su rostro entre las manos. Ruth le dio unas suaves y consoladoras palmaditas en el hombro.
─ Sí que podréis. ¿Sabéis que se puede hacer? Enviad una carta al Lord Ashby para recibir noticias del joven Lancaster. Veréis..
─ Sus padres están con él en Francia. ─Replicó obstinadamente, interrumpiéndola. Ruth rió.
─ No me refería a Lord William Ashby, milady, sino a su abuelo, el Conde de Ashby. O mejor aún: A Lady Ashby. Hablo de la Condesa. ─Dijo Ruth, risueña.
─ Sí ─ Gimió con alivio─ tienes razón, Ruth, la señora Isabel debe saber de Seb. ¡Oh, Ruth, gracias, gracias! ─ Canturreó con renovado ánimo. Un flechazo de júbilo y esperanza se disparó en su pecho, y salió deprisa hacia su elegante escritorio, en la habitación continua.
Rebuscó agitada su pequeño cuadernillo y sumergió la pluma en el tintero.
«Honorable y querida Lady Lancaster, Condesa de Ashby Park:
Os escribo humildemente, deseando os encontréis en excelentes condiciones de salud. Preferiría poder veros personalmente, pero resulta que estoy atravesando por momentos de tensión.
El motivo de mi carta, es para saber cómo se encuentra Lord Sebastian, vos veréis:
Mi madre está proponiéndose romper nuestro compromiso y buscarme un nuevo prometido. Estoy desesperada y no encuentro otro medio de comunicación para recibir noticias de vuestro querido nieto. Me urge saber cuándo volverá a Londres, y antes de despedirme de vos, me encantaría que pudieráis decirle que aún le espero, y que ansío desesperadamente su llegada, que no demore mucho en venir.
Sin más, me despido de vuestra Excelencia con un fuerte abrazo para vos y el Conde de Ashby.
Siempre vuestra incondicional amiga,
Winnifred Macalister»
Winnifred Macalister»
Firmaba Winnie finalmente. Cerró y selló el sobre con el corazón desbocado y los sentidos en alerta. Se dirigió a Ruth, acalorada, y le tomó las manos, entregándole el sobre con aroma a jazmines.
─ Haz que llegue a manos de la Condesa, por favor. ─Suplicó Winnie emocionada, apretujando la mano libre de Ruth entre las suyas. ─ De ésto depende mi vida.
─ No os preocupéis, milady, esta carta llegará a Ashby Park. ─Prometió Ruth antes de salir presurosa por la puerta.
«Vamos, Seb, no tardes en llegar» Rogó Winnifred con el corazón acelerado.
─ ¡Winnifred! ─Escuchó la voz de su madre avanzando por el pasillo. Tuvo que reunir el coraje y la fuerza de voluntad para controlar sus impulsos. Trató rápidamente de acomodarse el cabello y alisar su falda y entonces la puerta de abrió violentamente, dejando a la vista a la rellena mujer envuelta en lino y seda.
─ Madre.
─ ¿Dónde está Ruth? ─Inquirió la mujer observando la habitación. Winnie sintió que la escutriñaba desdeñosamente. ¿Por qué su madre era así?
─ Dijo que iría a buscar leche... para sus hijos. ─ Cosió la mentirilla con la barbilla en alto. Ojalá su madre no viera que estaba mintiendo. La mujer no pareció muy convencida pero al final cedió.
─ Mañana te vestirás con el nuevo vestido de seda y muselina, cabello recogido y las zapatillas francesas que llegaron esta mañana... No quiero otra cosa. ─Ordenó mirándola desdeñosa. ─ ¿Qué te ha pasado en el cabello, tienes dos perros peleándose ahí? Creí que habías madurado. ─Espetó Kathrine con ironía.
─ Y tú, parece que no has aprendido a respetar a los demás, ni siquiera a tu propia hija. ─Le dijo.
─ No me hables así, Winnifred.
─ ¿Hablarte así? ¿Cómo es hablarte así? ─Contestó Winnie con fingida voz dulce. Entornó los ojos y le dio la espalda. ─ Llama a Henry y dile que me prepare el coche.
─ No me darás órdenes, soy tu madre.
─ ¿Sabes? Mejor olvídalo, yo misma se lo diré. ─Espetó Winnifred dándole una última mirada para finalmente salir por la puerta de su habitación. Ni siquiera tenía intención de salir, sólo quería cualquier cosa que decir para no volver a ver a su madre. Salió a paso rápido y bajó casi corriendo las escaleras de mármol.
─ Milady. ─Saludó uno de los sirvientes.
─ Rupert, ¿Ruth ha salido ya? ─Inquirió al hombrecillo desgalichado que se erguía pobremente sobre sus hombros. Él hizo una mueca, y respondió titubeante.
─ Vuestra doncella salió hace un par de minutos, dijo que era urgente. Aunque Henry debe estar aún preparando el coche. Les encontraréis en...
─ ¡Gracias! ─Exclamó Winnie, y echó a correr hasta la puerta trasera. Las faldas se le enredaban entre las piernas, y los zapatos le impedían correr más rápido. ¡Dios, tenía que llegar antes de que se fueran! Necesitaba ver a la Condesa por sí misma. Mon Dieu. Se detuvo torpemente, se sacó los zapatos y siguió corriendo.
Al enfrentarse con el frío gélido de octubre, su cuerpo tembló. Alcanzó a ver a Ruth subirse rápidamente al coche y a Henry listo para tirar de los caballos.
─ ¡Ruth! ─Gritó. Elc ielo estaba encapotado.
─ ¡Winnifred! ─Escuchó la voz de su madre avanzando por el pasillo. Tuvo que reunir el coraje y la fuerza de voluntad para controlar sus impulsos. Trató rápidamente de acomodarse el cabello y alisar su falda y entonces la puerta de abrió violentamente, dejando a la vista a la rellena mujer envuelta en lino y seda.
─ Madre.
─ ¿Dónde está Ruth? ─Inquirió la mujer observando la habitación. Winnie sintió que la escutriñaba desdeñosamente. ¿Por qué su madre era así?
─ Dijo que iría a buscar leche... para sus hijos. ─ Cosió la mentirilla con la barbilla en alto. Ojalá su madre no viera que estaba mintiendo. La mujer no pareció muy convencida pero al final cedió.
─ Mañana te vestirás con el nuevo vestido de seda y muselina, cabello recogido y las zapatillas francesas que llegaron esta mañana... No quiero otra cosa. ─Ordenó mirándola desdeñosa. ─ ¿Qué te ha pasado en el cabello, tienes dos perros peleándose ahí? Creí que habías madurado. ─Espetó Kathrine con ironía.
─ Y tú, parece que no has aprendido a respetar a los demás, ni siquiera a tu propia hija. ─Le dijo.
─ No me hables así, Winnifred.
─ ¿Hablarte así? ¿Cómo es hablarte así? ─Contestó Winnie con fingida voz dulce. Entornó los ojos y le dio la espalda. ─ Llama a Henry y dile que me prepare el coche.
─ No me darás órdenes, soy tu madre.
─ ¿Sabes? Mejor olvídalo, yo misma se lo diré. ─Espetó Winnifred dándole una última mirada para finalmente salir por la puerta de su habitación. Ni siquiera tenía intención de salir, sólo quería cualquier cosa que decir para no volver a ver a su madre. Salió a paso rápido y bajó casi corriendo las escaleras de mármol.
─ Milady. ─Saludó uno de los sirvientes.
─ Rupert, ¿Ruth ha salido ya? ─Inquirió al hombrecillo desgalichado que se erguía pobremente sobre sus hombros. Él hizo una mueca, y respondió titubeante.
─ Vuestra doncella salió hace un par de minutos, dijo que era urgente. Aunque Henry debe estar aún preparando el coche. Les encontraréis en...
─ ¡Gracias! ─Exclamó Winnie, y echó a correr hasta la puerta trasera. Las faldas se le enredaban entre las piernas, y los zapatos le impedían correr más rápido. ¡Dios, tenía que llegar antes de que se fueran! Necesitaba ver a la Condesa por sí misma. Mon Dieu. Se detuvo torpemente, se sacó los zapatos y siguió corriendo.
Al enfrentarse con el frío gélido de octubre, su cuerpo tembló. Alcanzó a ver a Ruth subirse rápidamente al coche y a Henry listo para tirar de los caballos.
─ ¡Ruth! ─Gritó. Elc ielo estaba encapotado.
2 comentarios:
Lilly.. ame el capitulo!!! ya espero el segundoo! (: eres buena, btw!
te dije que iba a leerlo :P
que bonito! ahh *-*
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